En el año 2117, apareció una enfermedad letal, peligrosa y completamente desconocida. La llamaron “Mordida Interna” o “Mordida Fantasma”.
Pronto descubrieron que esta enfermedad parecía comerse a las personas por dentro. Podía atacar cualquier órgano vital, y el nombre se lo dieron por la forma en que estos órganos quedaban después del ataque.
Miles, si no es que millones, comenzaron a mostrar síntomas. Extrañamente, esto fascinó a Viktor, mientras que preocupó a los descubridores del chip de alma, nombre provisional del dispositivo basado en el vapor que libera el cuerpo al morir.
Lo alarmante fue descubrir que quienes morían a causa de la Mordida no liberaban vapor.
No podían transformarse en información.
Era algo completamente nuevo, raro e increíblemente perturbador.
No tomó mucho tiempo descubrir que mediante trasplantes podía “arreglarse”, pero en un mundo donde todo cuesta y el egoísmo reina, esto era casi imposible de obtener.
El avance en la creación de vida artificial fue un alivio… pero solo para quienes podían pagarlo.
Ese mismo año, los programadores y científicos descubrieron que los chips de alma podían inyectarse en la red. Una vez dentro, la información parecía cobrar sentido propio, pero al mismo tiempo se dispersaba si no tenía un punto fijo donde anclarse.
Para entenderlo mejor se necesitaban pruebas.
Esto llevó a experimentación humana a pequeña escala: enfermos terminales, vagabundos, personas extraviadas o con ciertos trastornos mentales. Niños y ancianos tampoco estaban exentos.
Todo valía, especialmente para Viktor.
En el año 2120, un pequeño paso cambió todo: lograron crear un mundo digital dentro de la red.
Lo llamaron “Nullblood: Más allá de la vida”, un “juego” que podía cambiar la muerte misma.
Mientras tanto, Viktor continuaba experimentando con humanos de distintas formas, algunas aterradoras y sin ética alguna, incluyendo a aquellos infectados por la Mordida.