Dicen que la muerte es uno de los pasos más grandes. O al menos eso quieren creer algunos.
En el año 2100, el mundo entró realmente en el límite: sobrepoblación, guerras sin sentido (aunque la razón era más obvia de lo que muchos creían), hambruna, extinción masiva de especies completas y enfermedades desconocidas que se propagaban rápidamente.
Todos lo sabían, pero nadie hacía nada… hasta que un día, al sur del mundo, varias mentes brillantes se reunieron. Lo malo: casi no conservaban humanidad. Lo bueno: sus ideas y métodos eran poderosos.
En el año 2110, esas mentes —jóvenes aún, pero con una experiencia peligrosa— lograron avances nunca antes vistos. Intentos fallidos de IA, experimentos con humanos y animales, todos ellos cimientos para llegar al siguiente paso.
En el año 2112, la ingeniería genética dio un salto gigantesco: ahora podían crear vida artificial enfocada en la “perfección”. Nada de eso ayudaba realmente al problema principal, la sobrepoblación.
Ese mismo año, un grupo dentro de la ahora llamada farmacéutica Culminus hizo un descubrimiento impactante: al morir, una persona liberaba un tipo de vapor casi imperceptible, con un peso casi incalculable. Pero ese vapor contenía información. Miles de millones de datos casi invisibles.
Tras estudiarlo a fondo, en 2114, lograron guardar esa información como si fuese un chip o algo similar.
En el año 2115, Culminus integró nuevas mentes: dos grandes programadores de mundos virtuales y varios genetistas. Uno de ellos, el más joven hasta la fecha: Viktor Rosh, de solo 15 años. Raro, brillante, con ideas y experimentos a otro nivel.